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martes, 4 de junio de 2013

Pobre comunidad construye calentadores solares y genera electricidad con lo único que le sobra: BASURA



Pobre comunidad construye calentadores solares y genera electricidad con lo único que le sobra: BASURA

Viven con menos de un dólar al día, les falta trabajo, comida, a veces agua y electricidad y, sin embargo, han construido en sus techos tecnología sostenible de primera calidad con lo único que les sobra: basura. 

Algunos habitantes del barrio zabalín (recolectores de basura, en árabe) construyeron calentadores solares con materiales reciclados que les proporcionan agua limpia y caliente al momento. 

Así, para los habitantes de este barrio se ha convertido en una cosa del pasado calentar agua en la estufa o con quemadores de queroseno, que anualmente causan la muerte de 30 personas por accidentes. 

El autor intelectual –y principal ejecutor—de esta idea es Thomas Culhane, un científico estadounidense que explica y materializa su sueño de crear ciudades sostenibles. 

“Preparamos eco-comunidades que puedan producir soluciones de agua, energía, residuos sólidos y que la gente las sienta en sus huesos, en sus manos, que las vivan todos los días”, dijo Culhane, que se mudó a este barrio hace cuatro años para iniciar el proyecto. 

La misión de su organización no gubernamental Solar Cities (Ciudades solares) se enfoca en disminuir los gastos en energía y desechos en las áreas de los hogares que más los producen: los baños y las cocinas. 

La tecnología es tan simple que hasta “un niño de dos años puede hacerlo… con ayuda de su padre, claro”, dice Culhane mientras mira la foto de su hijo con un destornillador en mano. 

Las 17 placas solares ya instaladas en el barrio, construidas con tubos de hierro y planchas de aluminio de latas recicladas, calientan el agua que recorre los tubos y la envían a un tanque conectado con mangueras y válvulas, también extraídas de la basura. 

Un recipiente hace que el agua caliente se acumule en lo alto del tanque y que el agua fría salga por abajo para ingresar al colector solar de nuevo. 

“No es una tecnología que trajera yo, sino que salió de la misma comunidad. Carpinteros, fontaneros, electricistas, soldadores y artesanos. Todos cooperaron con ideas”, explica el físico. 

El beneficio es que con un solo día de “buen sol”, del que, por cierto, El Cairo goza casi todo el año, una familia puede tener 200 litros de agua caliente sin gastar un solo céntimo. 

El proyecto en el barrio de zabalín, donde viven cerca de 50,000 personas entre montañas de basura, no termina ahí ya que en algunos hogares también se han construido sistemas que permiten obtener gas a partir de la descomposición de los desechos orgánicos. 

“El mayor problema de las ciudades es la basura orgánica”, dice Culhane, pero con estos biodigestores, estos desechos desaparecen, “se evitan olores, enfermedades y roedores”. 

“Está muy bien que la gente hable del cambio climático y de controlar sus efectos, pero con esto nosotros estamos salvando vidas”, dice Culhane mientras señala a su principal colaborador, Hanna Fathy, cuya sobrina de un año de edad fue devorada por las ratas. 

La casa de Fathy, un egipcio de 27 años, ubicada en la zona zabalín de Manshiyat Nasser, se puede comparar con los hogares sostenibles de los países más desarrollados. 

 
Con su sistema de calentadores solares, la familia tiene agua caliente todos los días; su biodigestor le proporciona gas durante una hora o 45 minutos de electricidad y además se da el lujo de escuchar música con su radio. 

“Me gusta mostrar a la gente todos los beneficios que el sol puede darnos con una tecnología barata que pueden construir ellos mismos”, dice Fathy, quien vive de los llamados “tours solares” que ofrece Solar Cities en su página web.
 
Para Culhane, Egipto tiene “los profesionales, los recursos y la creatividad” para resolver sus principales necesidades. “Sólo hace falta que empecemos a cambiar de mentalidad”, dice. 

Y él promueve este cambio de una manera más que original. Con su guitarra solar y sus propias composiciones, Culhane hace cantar a los zabalín canciones pegajosas que corean: “¡Es hora de cambiar el biogás!”. 

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